Louise Glück es una poeta estadounidense de 77 años


 

Este Jueves 08 de Octubre, Louise Glück fue reconocida con el Premio Nobel de Literatura 2020, según anunció la Academia Sueca.

Glück nació en Nueva York en 1943 y creció en Long Island. Como autora de 12 ediciones de libros de poesía y algunos ensayos sobre el género, es sino dudas una de las artistas más influyentes del momento.

Si bien el Premio Nobel es sin dudas el más destacado que ha recibido, no es el único con el que el trabajo de la artista ha sido reconocido. Por ejemplo, en 1993, Glück  recibió el Premio Pulitzer de poesía por su libro The Wild Iris (El Iris Salvaje).

 

Louise Glück

 

3 Poemas de Louise Glück

Habiendo sido distinguida por el Premio Nobel de la Literatura 2020, ahora sólo quedará saber más acerca de ella.
Desde FDH te compartimos 3 de poemas Louise Glück que tenés que conocer.

 

Semejanza final

La última vez que vi a mi padre ambos hicimos lo mismo.
Él estaba parado en la puerta de su habitación,
esperando que yo acabase de hablar por teléfono.
Que él no estuviera pendiente a su reloj
era una señal de que quería conversar.

Conversar para nosotros siempre significó lo mismo.
El decía algunas palabras, yo decía unas de vuelta.
Y en eso consistía.
Casi terminaba Agosto, hacía mucho calor, mucha humedad.
Al lado los trabajadores arrojaban gravilla fresca en la marquesina.

Mi padre y yo evitábamos estar solos;
No lográbamos conectarnos, hablar por hablar.
Era como si no existieran
otras posibilidades.

Así que ésta era especial: cuando un hombre se está muriendo,
hay de que hablar.
Debe haber sido temprano en la mañana. De un lado a otro de la calle
los aspersores empezaron a funcionar. El camión del jardinero
apareció al final de la cuadra
hasta que se detuvo para estacionarse.
Mi padre quería contarme cómo era eso de morirse.

Dijo que no estaba sufriendo.
Dijo que se había quedado esperando el dolor, aguardando, pero nunca vino.
Lo único que sentía era una especie de debilidad.
Le dije lo mucho que me alegraba, que me parecía que tenía suerte.
Algunos de los maridos se subían a sus carros para ir al trabajo.
No gente que conociéramos. Nuevas familias,
familias con niños pequeños.

Las amas de casa se paraban en la marquesina, gritando o haciendo ademanes.
Nos dijimos adiós como acostumbrábamos,
Sin abrazarnos, nada dramático.
Cuando el taxi vino, mis padres lo observaron desde la entrada,
Agarrados de las manos, mi mamá tirando besos como suele hacer,
ya que le molesta cuando una mano no se está usando.

Pero por primera vez, mi padre no sólo se quedó parado ahí.
Esta vez saludó.
Eso mismo hice yo en la puerta del taxi.
Como él, saludé para esconder el temblor de mi mano.

 

Granada

Primero me dio
su corazón. Era
una fruta roja con
muchas semillas, de piel
coriácea, improbable.
Yo preferí
pasar hambre, para seguir con
mi entrenamiento.
Después él me dijo Mirá
como se ve el mundo, pensando
en tu madre. Yo
me asomé por debajo de su brazo:
¿Qué había hecho
con el color y el olor?
Con lo cual él dijo
Esta es una mujer que ama
con ganas, y agregó
Considerá que está en su elemento:
los árboles se vuelven hacia ella, pueblos
enteros se hunden
aunque en el infierno
los arbustos aún
arden con granadas.
En ese punto
cortó una y empezó
a chuparla. Cuando al fin me miró
fue para decirme Mi querida
ahora sos tu propia
mujer, por fin, pero examiná
este dolor que tu madre
hace desfilar sobre nuestras cabezas
y recordá
que a ella nadie
le ofreció estas profundidades.

 

Corcel

¿Qué te da ese corcel
que yo no te doy?
Mis ojos velan por ti.
Cuando solo estás;
cuando a galopar
por los prados te vas
y cuando a esa yegua amor das.
Mis ojos divisan lo que al
silencio tú otorgas,
desprecio, odio al matrimonio…
Me odias.
Quieres mis caricias; te emocionas
cual muchacha enamorada,
pero veo en tu mirada
que de un niño no eres guarda.
¿Qué existe entonces?
Nada. Solo ansias de morir
antes de acabar de vivir.
En un sueño, a ese corcel montabas.
En un campo árido estabas
y luego de su grupa bajabas.
Unidos comenzasteis a caminar.
Para ti, un nuevo despertar.
Para mí el ocaso acaba de llegar.
Cuatro caballos negros sin jinetes van
porque a la noche su libertad dan.
Mírame. ¿Crees que no lo sé?
¿Es el caballo de la Muerte
el responsable de mi alma inerte?

 

 

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