Andrés Parra sabe de personajes que dividen las aguas: encarnó a Pablo Escobar en el mega-éxito televisivo El Patrón del mal y ahora es el turno de convertirse en Hugo Chavez para El Comandante.

 

Por Maru Lombardo. Producción para fdh y revista El Carrusel

 

Esta más reciente producción, hecha por Sony Pictures Television y transmitida para argentina por TNT, no sólo es un hito gracias a la trascendencia histórica de los hechos. El Comandante es la serie más costosa hasta la fecha de esa productora: 60 capítulos que retratan 60 años de la vida de Chávez. Esas dimensiones llevaron al equipo a grabar en 30 locaciones diferentes, además de contar con casi 34 horas de material de archivo hicieron que posible este gigante de la televisión. Con más de 600 actores en escena para mostrar 30 eventos de la vida del mítico Comandante venezolano, Parra habla acerca de su personaje, la política que envuelve al mundo y su disgusto con la situación actual de la misma.

 

¿Cómo veías a Hugo chávez antes de que le ofrecieran este papel?
Veía lo que llegaba de él en los noticieros y la prensa, o sea, la imagen de un loco. Chávez parecía algo cada vez más extraño.

 

¿Qué fue lo que más te impresionó de tu chávez a medida que lo ibas descubriendo?
La capacidad que tuvo de conectar con el pueblo; el gran entertainer que era, algo que no es muy común en el mundo de la política. Una de las cosas que favorecieron muchísimo a Chávez fue que le habló al pueblo en su idioma. Le cantó, le contó chistes y anécdotas. A él lo mostraban como un hombre inculto y tosco, y supo aprovecharse de eso. En realidad, era un tipo obsesionado con la lectura, con el estudio, conocedor de muchos temas.

 

Una de las cosas que aprendiste durante la producción de El Comandante fue a entender mucho mejor el mundo de la política.
Salgo del rol mucho menos ingenuo de lo que entré, pero además me voy muy decepcionado. Estoy preocupado y muy asustado.

 

¿Por cómo funciona la política en la realidad?                                                                                                            

Sí, porque creo que los ciudadanos no somos partícipes de ella. Siento que para que vele por tus intereses como ciudadano y se preocupe por ti, tienes que ser político. Si eres un ciudadano común, no entras en ese juego. Te dejan las sobras. Para mí esa es la realidad, y no es la de Venezuela o Colombia, sino la del mundo entero. Además, me da la sensación de que la gente empezó a darse cuenta de eso y creo que es lo que ha puesto a Donald Trump de presidente: que la gente ya no quiere a los políticos. ¡Entonces estamos dejando esto en manos de personas que más miedo dan todavía!

¿Y por qué creés que las decisiones que tomamos son peores ahora?
Tomamos decisiones desde la rabia y la indignación, la ira y la frustración… También es un poco culpa de las redes sociales, ¿viste? Tanta falsa información está haciendo que las personas se apasionen y estén desbordándose en opinión. En vez de razonar, lo que estamos haciendo es hablar desde las vísceras. Me recuerda la idea de que la democratización de la información está llegando a un punto en el que debido a tanto contenido que se genera para tantas personas, ellas invierten más tiempo consumiendo de todo que construyendo criterio de lectura. No se toman el tiempo de elegir a quién creerle… Creo que la democracia se ha puesto a prueba, creo que la democracia que se inventaron los griegos ya no funciona. La gente es distinta y hay que buscar un nuevo mecanismo político. Este año va a ser peor que el 2016. El mundo ya no es un lugar seguro.

 

«…la serie les permite a los espectadores entrar en el detrás de la escena política latinoamericana: ayuda a ver cómo funciona, cuál es el papel de los empresarios en la política, de la Iglesia, de las corporaciones… «

 

Pero quizás aprendamos algo…
¡Huyan! ¡Huyan!, es lo que les digo! (Risas). Justamente la serie les permite a los espectadores entrar en el detrás de la escena política latinoamericana: ayuda a ver cómo funciona, cuál es el papel de los empresarios en la política, de la Iglesia, de las corporaciones…

 

El año pasado, actores como Leonardo Dicaprio acentuaron su campaña por el medio ambiente. ¿Alguna vez te viste como el estandarte de alguna causa social en particular?                                          

Para mí es muy difícil ser estandarte de algo por el tipo de personajes que cargo encima. Puede ser hasta peor para la causa (risas). Yo siento que mi lugar está en la actuación, que a través de mis personajes logré hacer denuncias y mostrar lo ingenuos, permisivos y cómplices que hemos sido como sociedad.

¿Sentís que con tu Hugo chávez tenés una relación más “buena onda” que con el persona de Pablo Escobar?                                                                                                                                                                                

 Ahí el tema no es el personaje, sino la manipulación de las emociones. Todos los días paso por ira, tristeza, rabia, frustración, alegría, sorpresa, excitación, lujuria, todo, porque las escenas traen de todo.

Siempre dijiste que lo que te interesa es hacer roles que incomoden al espectador. ¿Quién te sacó de tus casillas mientras estabas del otro lado de la pantalla?
¡La niña de El exorcista! Me aruinó la vida, acabó conmigo (risas). Hay una película argentina que se llama El último Elvis. Quiero hacer películas como esa. A Andrés Parra le incomodan los personajes misera-bles: solitarios, frustrados, vueltos nada, con la esperanza perdida. Lo lindo es salir hecho una mierda de una película, sobre todo cuando hay una sola escena que lo puede dejar listo. ¿Viste La La Land? Hay una escena en la que están los protagonistas diciéndose la verdad en su apartamento, mientras están cenando. Para mí, esa es toda la película. Ahí es donde uno dice: “¡Uy!, ¿será que yo fui así con tal persona?”. Eso es incomodar: “¡Ese es el noviazgo que vos tenés!”, dice la película. Y quiero que el que se sienta identificado con eso llame a su pareja y le diga: “Querido, ya no quiero seguir con vos”. ¿Por qué? Porque lo vio en una película y así lo decidió. Esa es la razón de ser de esta huevada.

De todos los personajes que interpretaste, ¿con cuál te identificás más?
No, con ninguno. No, que a mí no me vengan a joder. Los personajes allá, yo aquí. Creo que uno les presta algo de uno y uno se roba al final algo de todos también… No sé. Yo siento que a uno le tocan más las circunstancias del personaje, no tanto él como tal.

¿Hay algo del mundo de la actuación que odies?
Actuar trae unos efectos secundarios inevitables, como perder cierta privacidad. A veces uno está en la calle y no está en el mood de la cara de todo bien. Colombia es un país muy respetuoso en donde los actores realmente no tienen ninguna importancia para la gente, gracias a Dios. No somos ni James Rodríguez ni Shakira. Pero no es un aspecto que odie. Aprendí a manejarlo.