De a poco África llega a occidente, y lógicamente lo primer llegar es su música. Baama Maal es uno de esos artistas que triunfan en Europa, pero no se olvidan de sus orígenes, su tribu, su pasado y el olvido socio-económico que vive su tierra, Senegal.

El uso provoca que las palabras pierdan sus raíces, sean despojadas de sus regiones originarias, y posean significados del todo alejados a lo que alguna vez significaron. Y decimos fulano como decir cualquiera. Como nombrar a zutano o a mengano y como decir ninguno. Pero jamás imaginaríamos que esa palabra castellana tiene orígenes egipcios y que refieren al pueblo nómada más numeroso del mundo entero, radicado en el occidente africano, en la región de Sahel y que se hayan en Mali, Guinea, Camerún, Senegal, Niger, Gana y Burkina Faso, entre una decena de territorios más. Mucho menos, claro está, nos daría este ejercicio imaginario para des- cubrir que hemos pasado infinidad de momentos escuchando las cálidas, pegajosas y rítmicas melodías cantadas en lengua pulaar, es decir, en fulani, en cientos de recopilaciones del género del World Music, así como en los festivales Womad, que organiza Peter Gabriel, y en cintas como La Última Tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988), La caída del Halcón Negro (Black Hawk Dawn, 2001) o Sólo un beso (JustaKiss,2002); así como en capítulos de series como Sexo en la ciudad (2001). Siempre, claro está, en la cristalina, tibia y acogedora voz del senegalés Baaba Maal, uno de los héroes abolutos de la música africana comprometida y de calidad.

Sus logros no son pocos para el hijo de un pescador, nacido en 1953 en Podor, justo en la rivera del río Senegal, que enfrentó una disyuntiva en sus primeros años: continuar como pescador o estudiar una ca- rrera universitaria seria. Su talento vocal se impuso y, tras estudiar música en la Universidad de Dakar; cursar un doctorado en el Con- servatorio de París, y regresar en 1985 a su tierra formar, junto con su amigo, el guitarrista ciego y griot Mansour Seck, el grupo Daande Lenol –la voz del pueblo en su lengua–. Desde entonces es –luego de Yossou N’Dour– el músico más famoso e influyente de su país. En Senegal, hasta hace no demasiado tiempo, para ser músico y sobre todo cantante, se requería pertenecer a la casta de los griot, de los cantores que preservan la memoria comunitaria y cuya heredad puede remontarse decenas de generaciones atrás. Baaba Maal no llevaba en sus venas esa herencia, pero sí poseía una hermosa voz. Y tenía cosas muy importantes que decir, pues, al igual que a buena parte de los jóvenes de su generación, los aires de libertad les urgían a separarse precisamente de esa tradición y a comenzar a transitar, con pasos titubeantes, al encuentro con el occidente contemporáneo.

Así, descubrieron que si sus ancestros habían sido llevados a la fuerza a otras tierras como fuerza esclavizada de trabajo, también consiguieron influir con su música y su cultura en la sonoridad de gran parte del mundo colonial e imperialista. Y que el resultado de dicha resistencia cultural eran géneros tan importantes como el jazz, el rock, el reggae, el son, la salsa o el danzón. De modo que no se trató sino de un reencuentro, de un redescubrimiento. Y muy pronto, el joven músico comenzó a devolver al mundo ese reggae, la salsa, el rock, pero con su propio y potente estilo. En recombinaciones y mezclas inusitadas que tomaban lo mejor de cada forma musical para devolverlas enriquecidas, con una gran fuerza.

Con el tiempo, descubriría que sus colaboraciones con músicos de la escena profesional del rock, del jazz, del blues, así como de otros géneros contemporáneos, como Peter Gabriel (con quien colaboró en Passion, banda sonora de La Última Tentación de Cristo) o Brian Eno, no hacían sino corroborarle que el mundo entero aprendió música a partir de una clara influencia africana. –La música, y la cultura en general, son como un juego de ping pong –apunta Maal–, la música africana que partió con los esclavos negros es como un niño que dejó la familia, dejó la casa y dio la vuelta al mundo. En África, la música cuba- na era popular en los años sesenta –con orquestas como Las estrellas de Dakar o la Orquesta Baob`lanzamientos ocurrieron en 2009, se trata de los discos Television (Palm Pictures), en el que mezcla elementos de la música electrónica con la música africana tradicional –y co- labora con las Brazillian Girls–, en un intento de llegar a un público amplio, en tanto que On the Road (Palm Pictures), se conforma de una selección de interpretaciones en vivo estrictamente acústicas.

La música, por supuesto, no es simple entretenimiento para Baaba Mal, sino una forma de reflejar la realidad, de llevar en su garganta, en las guitarras, en los teclados y en las danzas, un pedazo de su origen, de su realidad. Por ello denuncia, sin tapujos, que de poco sirve que las grandes figuras de la industria del rock se unan para conseguir fondos para ayudar a paliar el hambre, la enfermedad y la miseria que asolan a grandes regiones del continente africano, pues en realidad no resulta suficiente realizar con- ciertos masivos y donar las ganancias, sino incluir a más artistas de esa región sobre el escenario.

¿Cómo es hacer música y tener éxito en África? 

Si se obtiene dinero de un concierto de esta magnitud y se construye un hospital está bien, pero la gente del pueblo ignora que fue donada ni de donde vino el dinero, no se sienten identificados ni toman conciencia de su magnitud. La mayoría de la gente no tenía ni idea, cuando ocurrió Live Aid, que se estaban haciendo conciertos para ellos, pues África sigue siendo un continente olvidado.Es por ello que prefiere denunciar, como lo hizo recientemente, la terrible hambruna en Mauritania, y desde hace unos años es embajador del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas para África (UNDP, por sus siglas en inglés), y recibió en Dakar a un grupo en verdad talentoso: Yossou N’Dur, Salif Feita, Koffi Olomide, Mahmoud Ahmed y Cheb Mami, entre otros, para componer una canción cantada en inglés, francés y portugués, pero también en lenguas originales para apoyar las Metas del Milenio. Usar la música y el poder de los jóvenes hace que las cosas cambien. Pensamos que ya entonces los líderes, los gobernantes, tomarán decisiones para aplicar planes en todos los países, en todo el continente. Así, en África, la gente sabrá que es muy importante cumplirlas.

 

»“La música africana que partió con los esclavos negros es como un niño que dejó la familia, dejó la casa y dio la vuelta al mundo”

 

Su música es, también, una lucha social, ¿pero le hacen caso los políticos?

No estoy seguro que los políticos siempre hagan lo correcto, pero conocen el poder de la música. En las elecciones de 2001 en Senegal, los músicos hicieron el cambio al mantenerse cantando durante varios meses en torno a los problemas de la falta de electricidad, que los caminos no están bien, del mal abasto de agua. Cuando la gente fue a votar lo hicieron por quienes habían promovido los músicos.

¿Le fue difícil comenzar su carrera como cantante, porque a pesar de su hermosa voz, usted no pertenecía a una familia de músicos tradicionales, de griots?

Claro que lo fue, muy difícil. Aunque yo contaba con el apoyo de las generaciones jóvenes, pues estábamos muy cansados de todas las tradiciones, queríamos ir a la escuela, viajar, hacer lo que queríamos y la tradición nos detenía, así que cuando comencé a cantar acerca de mis problemas se identificaron, pues también eran los suyos, y fueron mis primeros seguidores, me impulsaban a seguir, a decir lo que debía y ellos detrás mío. Es por ello que llamé a la banda que me acompaña La voz de la gente (Daande Lenol). Yo era bueno en la escuela y, por lo tanto, mi familia deseaba que me convirtiera en abogado, doctor o algo más, eso sería mucho mejor, pero mi voz y mi alma eran realmente la música.

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Aunque no es sencillo suplantar una tradición tan poderosa como la del cantor griot.
Los griot existen desde siempre en África. En el siglo II, por ejemplo, en medio de una sangrienta guerra entre reyes, tuvieron que llamar al griot como única vía para que la paz reinara, porque entonces había reglas sociales similares a las actuales sobre derechos humanos, pero se necesitaba que las cantaran para que en verdad fueran conocidas, pues son los guardianes de la historia, el equivalente a lo que hoy conocemos como ministro de educación, pues transmitían al pueblo lo que el poder quería decirles. Ahora los cantantes modernos y populares son los modernos griot porque transmiten mensajes a la sociedad.

¿A qué se debe, desde su perspectiva, el furor súbito en todo el mundo por aprender djembé, percusiones y danzas de distintas regiones de África?

Sí. Alguien me dijo que mucha gente aprende percusiones y el tipo de baile de la música de Guinea, eso es muy bueno, es lo que debería pasar. Pienso que Latinoamérica y África deberían unirse culturalmente, por- que junto con Asia son regiones del mundo que poseen una historia profunda, una cultura fuerte, que han logrado perdurar y resistir a distintos acontecimientos, conservándolas. Si logramos unirnos, tenemos oportunidad de enfrentar el reto del mundo global, porque la música real está en nuestras regiones. Sé que en México tiene la costumbre de tocar música ritual durante toda la noche y es lo mismo que hacemos en África, compartimos la misma relación con la música, pero no para hacer negocio sino comunitaria, podemos sentirla viva. Es por ello que debiéramos hacer una conexión. Estoy buscando a músicos verdaderos de este tipo, quizá para en un futuro participar en un disco mío o suyo, y hacer un verdadero punto de contacto entre África y México.

Su grupo étnico, los fulani, quizás representa a la humanidad, o al menos al África, en base a su diversidad y apertura.

No sé si a la humanidad, pero lo cierto es que no necesitamos fronteras, tenemos gente inmigrante que viene del norte y del sur, por temporadas. Los fulani y en general toda la gente nómada son de mente abierta, porque cuando están en cierta parte del mundo, comparten las cosas con otros, les dan y reciben conocimiento, y luego parten y lo dan a alguien más. Pueden ser el eslabón, el puente, entre diferentes grupos y creo que eso hace fuertes a los nómadas y les ayuda a enfrentar la vida.

Como músico usted también es un nómada…
Claro, los músicos también somos nómadas, ¡seguro!