A días del lanzamiento de World Be Gone, el decimoséptimo disco de estudio de Erasure, Vince Clarke habló con FDH acerca de sus 30 años con la banda, su relación con Andy Bell y por qué el mundo está yendo en la dirección contraria.

Por Guido Scollo

World Be Gone, el último disco de Erasure, no busca el baile como prototipo rítmico fundamental, los tiempos que corren no dan lugar para eso. Todo lo contrario, muchas de las últimas canciones de los ingleses intentan poner en perspectiva la alarmante situación global actual. Mientras que en “Oh What a World”, Andy Bell se agita al cantar que “es un mundo loco / un millón de voces pasan desapercibidas”, en “Lousy Sum of Nothing” repite que “el mundo perdió su amor”.

Todo esto suena más devastador al pensar que, hace poco más de tres décadas, Bell y el tecladista Vince Clarke fueron los mismos que le pusieron los beats sintetizados a canciones de amor como “Oh L’Amour”, de su primer disco Wonderland. “Durante mi vida vi pasar tantas cosas increíblemente positivas”, explica Clarke, no sin antes agregar con cierta angustia que “repentinamente todo parece ir en la dirección contraria”.

Durante sus comienzos en los 80, el músico fue uno de los precursores en Inglaterra de la camada de bandas electrónicas a fuerza de sintetizadores que marcaron la época. Primero, en sus años de estudiante secundario, fue uno de los fundadores de Depeche Mode, componiendo el hit “Just Can’t Get Enough”, que lanzó a la banda de Dave Gahan a la fama. Tras esto, formó Yazoo junto a Alison Moyet, donde perfeccionó el sonido que luego popularizó en Erasure con temas como “A Little Respect”. La simplicidad de un par de notas y por sobre todo, una buena melodía, fueron la clave para esos éxitos. “No podés transformar algo de malo a bueno solo con la producción que se hace en el estudio”, aclara a FDH desde Nueva York, su actual lugar de residencia, a horas de la salida del decimoséptimo disco de Erasure.

Puedo tirar una idea para una canción y Andy no se va a reír de eso. Es importante estar a gusto con el otro. Tenemos una relación buenísima, el matrimonio perfecto, te diría

World Be Gone deja de lado el dance y se mete en otro tipo de ambientes, con una sensación de desesperanza que ronda por varias canciones. ¿Cómo llegaron a esos lugares?

Es un tanto molesto ver todo lo que está pasando en materia política a nivel mundial. Y para nosotros, combinar mensajes de ese tipo con la música es mucho más sencillo en álbumes más lentos. La idea de Andy era que sonáramos como nuestro disco Erasure (1995), yendo a un lugar diferente.

El carácter político del disco queda marcado en temas como “Oh What a World” o “Lousy Sum of Nothing”. ¿Cómo ves al mundo hoy en día? 

Es una época difícil. Es interesante pensar que, durante mi vida, vi pasar tantas cosas increíblemente positivas. Por ejemplo, nosotros estábamos en Alemania cuando derrumbaron el muro de Berlín. Después se terminó el apartheid. Y ahora, repentinamente, todo parece ir en la dirección contraria. No podés no incluir lo que está pasando en tus letras y música.

De todas formas, las letras dejan una sensación más cercana a la de una persona decepcionada y sin esperanzas que a la de alguien que ve un posible cambio a futuro.

Creo que hay algo de eso, sí, pero a la vez, Andy y yo somos personas optimistas. Tengo un hijo de 10 años, así que no tengo permitido ser pesimista acerca del futuro. Todo parece ir en círculos. Con suerte, después de todas las cosas buenas que pasaron en los últimos 30 años, esto va a cambiar. El mundo se va a poner mejor. 

Justamente, tres décadas atrás, además de estos sucesos que mencionás, también había momentos difíciles. Pero de todas formas, el sonido de Erasure se mantenía en un estado positivo. ¿Crecer los hizo menos optimistas?

No, creo que te hace más realista (risas). Nos podemos poner mal con lo que está pasando hoy en día, pero la verdad es que no quiero ser esa persona pesimista. Nuestro nuevo disco no tiene particularmente ese mensaje desalentador, creo que hay algo de esperanza en lo que está cantando Andy. Y siento que hay mucha gente que se va a sentir identificada con eso. 

Erasure

En “Be Careful What You Wish For!”, dicen que “es una lucha sobrevivir”. ¿Cuánto de eso hay en una banda como la de ustedes, con más de tres décadas de carrera?

Como banda no estamos luchando, estamos pasándola bien. Para ser honesto, tenemos una base de fans muy apasionados y leales. A la gente parece que le gusta lo que hacemos. Simplemente cantás y escribís acerca de las cosas que te afectan en el día a día, o de lo que ves en las noticias o documentales y pensás que sería interesante para una canción. 

Durante el final de los 80 y gran parte de los 90, Erasure marcó algunas de las tendencias de moda para las generaciones jóvenes. ¿Podrían volver a hacer esto hoy en día con un público nuevo?

No sé, y sinceramente, no me importa… (risas). No me interesa porque cuando escribís alguna canción, que es lo que amamos hacer, a los primeros que tenemos que impresionar es a nosotros mismos. Nosotros somos nuestros críticos más importantes. Hacemos lo que pensamos que suena bien. Y con suerte va a haber gente afuera que diga «esto no está mal». 

¿Y cómo continuás sorprendiéndote sin repetirte?

Esa es la parte difícil. La manera en que hacemos eso es escuchar a muchas bandas, otros tipos de música. Y de ahí pedimos algo prestado de otros… Aunque haya mucha mierda dando vueltas, hay artistas nuevos increíbles haciendo cosas muy interesantes. De esa forma, con suerte, podés mantenerte fresco. 

A la hora de componer usás principalmente una guitarra acústica. ¿De esto deriva que las melodías de Erasure se mantengan tan sólidas con el tiempo?

Siempre estuvimos interesados en la melodía. Cuando tocamos una canción nueva, lo hacemos en una guitarra acústica o en un piano. Y si suena bien, sabemos que es un buen tema. No podés transformar algo de malo a bueno solo con la producción que se hace en el estudio. Tenés que tener una melodía y una letra que sirvan con uno de estos instrumentos.

No sé si podemos generar lo mismo que antes en los jóvenes de hoy y, sinceramente, no me importa. No me interesa porque cuando escribís alguna canción, a los primeros que tenemos que impresionar es a nosotros mismos

En una entrevista reciente explicaste que, aunque tenés mucho material como solista, preferís que nadie lo escuche. Incluso aclaraste que un álbum tuyo sería aburrido. ¿Por qué creés eso?

Porque sí, sería aburrido… Colaboré con mucha gente y amo escribir con otros porque te enseña un poco de todo. Pero si hiciera un disco solista, no sabría dónde parar. Lo bueno de trabajar con otros es que te dicen cuando es suficiente. Pero yo no terminaría nada. Soy un obsesivo de la perfección y, como mis discos no llegarían a eso, nunca los terminaría.

¿Cómo es trabajar con la misma persona durante tanto tiempo?

Es raro, porque siempre que con Andy arrancamos un disco nuevo, nunca sabemos qué va a pasar. No tenemos ideas preconcebidas acerca de cómo debería sonar. Los dos nos vamos a un cuarto juntos, y al comienzo estamos un poco tímidos, incluso después de 30 años.                                                                                

¿Tímidos?

¡Sí! Pero lo que es genial de trabajar con Andy es que sé que no me va a juzgar. Puedo tirar una idea y no se va a reír de eso (risas). Es importante estar a gusto con el otro. El proceso de escribir canciones es algo muy personal. Aprendimos eso después de todo este tiempo. Tenemos una relación buenísima, el matrimonio perfecto, te diría. 

¿Y cuál es la fórmula para ese matrimonio?

Se trata de no sentirte a vos mismo tan importante y no pelear solo por tus propias ideas, admitiendo que no son las mejores. Si tengo una idea y a Andy no le parece que esté buena al cien por ciento, no peleo por eso, simplemente seguimos adelante. Con Andy no discutimos en 30 años, porque no vale la pena. Esto es sólo música… Y no se trata de esta canción, sino de la que le sigue. Siempre hay una próxima canción.