Por Marcelo Steiman

1. THE JERRY THOMAS PROJECT: solo para entendidos. Jerry Thomas es para los barten- ders algo así como lo que Jesús es para los cristianos: su célebre publicación, How to Mix Drinks/ The Bon Vivant’s Companion, continúa siendo una Biblia para todos aquellos que deseen sumergirse en el mundo de la coctelería. Especialmente para Leonardo Leuci, quien decidió abrir un bar inspirado en él. Dispuesto sobre una angosta callecita romana, detrás de un equívoco cartel de consultorio odontológico, este speakeasy fue elegido como uno de los mejores bares del mundo durante tres años consecutivos, un gran logro tratándose de un país sin mucha vida más allá del vino, la cerveza y los aperitivos. Para entrar, se necesita una contraseña que cambia cada dos semanas y, generalmente, es la respuesta a una pregunta relacionada con la época en la que florecieron los bares clandestinos. Solo quienes sepan contestar qué barlady condujo el prestigioso American Bar de “The Savoy Hotel” a principios del siglo XX o cómo se llamaba el Rey del Contrabando en Cincinnati duran- te la Prohibición podrán ganarse un lugar en la barra. Atendida por bartenders de bigote, esta ofrece cocktails clásicos de la década del 20, con una vuelta de tuerca italiana.

2. THE BOOK ROOM: nunca juzgues un libro por su tapa. Esa es la leyenda que se lee debajo del cartel que anuncia café, sándwiches y pasta. Aunque para los clientes perspicaces podría ser un claro indicio de que allí no solo se ofrecen capuccinos y croissants, no muchos se imaginan lo que esta cafetería de Shanghái (China) esconde. El encanto del lugar comienza en su disfraz: The Book Room sería el lugar que elegirías para acompañar el café de una buena lectura, con estanterías que salpican las paredes de libros y una imponente biblioteca que hospeda grandes clásicos de la literatura. Sin embargo, detrás de este mueble, se enconde una escalera que conduce a uno de los secretos etílicos mejor guardados de la ciudad. En el piso de arriba, la decoración muta de minimalista a vintage: paredes empapeladas, sillones tipo Chesterfield, iluminación tenue y una barra colmada de bebidas espirituosas y licores. ¿La carta? Bien de speakeasy: coctelería clásica y tragos de autor.

3. OPERATION DAGGER: alquimia en la barra. Una pared forrada en botellas genéricas, una impresionante instalación de 6000 bombitas de luz y una barra rodeada de una decena de banquetas esbeltas. En un sótano diminuto de Singapur, funciona uno de los bares clandestinos más interesantes del mundo. Además de ser un enclave de diseño, es un espacio de experimentación: aunque la car- ta solo ofrece un puñado de cocktails, el trío de bartenders detrás de la barra no dudará en satisfacer tus curiosidades etílicas y desafiar tus preferencias. Allí, los spirits básicos se destilan nuevamente e infusionan con diferentes sabores, y es por eso que se almacenan en botellas sin etiqueta: “queremos que la gente piense afuera de la caja y no rechace un trago por la idea preconcebida que tiene sobre determinada bebida alcohólica”. Atención al “agua peligrosa” (un término prestado de la vida en las calles) y a los tragos embotellados que ofrecen de forma aleatoria semana a semana. Para ingresar, hay que encontrar una puerta con una pequeña corona dibuja- da al revés: en el simbolismo “hobo” (que vendría a ser una adaptación de “homeless vagabond”) significa “moléstanos y te daremos un motivo para alejarte”.

4. THE BLIND BARBER: el favorito de los hipsters. Tal vez gracias a su nombre, simpático por demás, esta peluquería neoyorquina tuvo particular éxito. Y al abrir una segunda sucursal en Los Ángeles, decidió también abrir una puerta a un mundo secreto de cócteles y gente fancy. Cuando cae la noche, una discreto pasadizo dentro del local da acceso a un verdadero antro: un sótano de piso de damero y alguna que otra mancha de humedad salpicada en las paredes. Una importante barra de madera oscura, taburetes altos que la rodean y dos apartados con sillones de terciopelo en donde hipsters y creativos publicitarios se relajan, se sacan fotos y conversan mientras degustan alguno de los cócteles de autor que ofrece la casa.